Crema
El universo prepara el camino. En este caso me preparó un viaje hacia el interior de mí misma que ha ido evolucionando y perfeccionándose.
Poco a poco he ido dándome cuenta de muchas cosas.
Se han sucedido varias fases, cada una de las cuales me iba llevando suave pero decididamente a la siguiente.
Lo que empezó, hace doce años, como un ejercicio semanal para evitar dolores de espalda, se ha convertido en uno de los ejes de mi vida. El yoga me ha dado consciencia del cuerpo y me ha conectado con algo que siempre ha estado ahí, sin yo saberlo
Me ha conectado conmigo misma y me ha dado equilibrio, y energía…
El descubrimiento del yoga me llevó a leer libros de yoga. Quería saber más. Y leyendo sobre yoga he aprendido mucho sobre la vida. Algo se ha instalado dentro de mí, dando elasticidad a mi forma de ver la vida y planteándome la posibilidad de que otra forma es posible. Otra forma de vivir, de ver la vida, de desplegar nuestra existencia.
Yo no lo sabía, pero antes de comenzar este proceso tenía mi mente cerrada a cal y canto. Y vivía prisionera dentro de ella. Mi mente me dominaba totalmente.
En una nueva vida que apenas puedo adivinar por destellos de luz que voy experimentando, yo llevo las riendas.
Antes no era así.
Yo antes dependía de lo que había fuera. Las cosas que me pasaban me hacían sentir bien o mal, y todo dependía de la suerte, de los demás… de cosas que escapaban totalmente a mi control…
Y me di cuenta de algo muy importante: Si mi felicidad depende de las acciones ajenas estoy poniendo en manos de terceros toda posibilidad de ser feliz.
Así que decidí empezar a hacer menos caso a lo de fuera, y más a lo de dentro.
Luego encontré personas que me atraían como un imán porque iban por un camino parecido al mío.
Así, al descubrir cómo era mi vida di otro gran salto: el de observarme, ver mi vida, mis reacciones, y el de preguntarme por qué. Por qué me molesta esto, por qué salto con aquello, por qué me asusta esto, por qué me enfado tan fácilmente … por qué tengo tanta prisa…
Y me di cuenta de algo terrible: vivir conmigo era algo agotador y muy desagradable… horrible para mí misma y para los demás.
Una persona siempre corriendo y casi siempre enfadada que no tiene tiempo y que protesta a la mínima?. Siempre agotada… sin energía… ¿Eso quiero ser yo? ¿Esa quiero que sea mi vida?
Así que pisé el freno.
Mi vida la hago yo. Nadie va a venir a vivirla por mí. Nadie es responsable de mi sentir. Lo que yo siento es cosa mía. Una vez consciente de esto decidí dar un barniz a mi vida. Un leve toque que cambiara las cosas. Un pasar un poco: no prestar atención a lo que me saca de mis casillas, lo que me hace estar “fuera de mí”. Estar un poco más dentro y menos fuera…
Un leve toque de “resbalismo” hacia lo que antes me provocaba sufrimiento. Todo está en la mente. Lo que pensamos y sentimos por dentro no es más que nuestra interpretación de lo que pasa fuera.
Necesitaba aportar un poco de tranquilidad para mi misma y para los que me rodean.
Y aquí es donde entra la crema en la historia.
Una palabra en clave para aportar suavidad a la vida.
Hay que ponerse crema para evitar el enfrentamiento, para no correr, para dejar pasar un comentario sin entrar al trapo. Crema para ser consciente del momento presente, para crear un momento de paz interior, para no exigir, para no sufrir, para no dramatizar… para dar serenidad y para poner amor y sosiego allá donde encontramos lucha y sufrimiento.
Esta crema tiene muchas propiedades.
Es una crema hidratante, para evitar la sequedad, protectora, suave, para tratar con suavidad y amor a los demás.
Es una crema de belleza. ¡Porque tranquila y serena estoy mucho más guapa!.
Es una crema rejuvenecedora. Porque me ayuda a vivir el momento presente. Detiene el tiempo, lo hace desaparecer. El ahora es lo importante, lo único.
Y lo mejor de todo, no se agota, se regenera sola. De hecho se multiplica y se contagia: si aplicas crema recibes crema.
Porque la vida es un espejo. Nosotros creamos, emitimos, somos, y recibimos. Todo lo que está dentro está fuera. Lo que nos ocurre fuera nos da pistas de cómo estamos por dentro. Y viceversa.
Y no solo es un espejo, es un frontón.
Si das violencia obtienes violencia.
Si das amor, obtienes amor.
Lo que das, lo recibes.
La crema nos ayuda a ver el espejo, y además nos da una energía que no se gasta, al revés, se multiplica. Se regenera a sí misma, se retroalimenta.
La crema es, por supuesto, gratuita y se aplica en un instante, ahora mismo. No hay otro momento.
Así que ahora intento no correr, no meter prisa a los demás, disfrutar del momento, escuchar a mis hijas, regalarles momentos de armonía y equilibrio, amor y ternura. Ser consciente, vivir despierta. Detectar mis patrones erróneos y trabajar mis emociones.
Pura crema.
Sigo leyendo mucho. Libros que me abren los ojos, que me dan más claves, que me reafirman en mi nueva vida. Libros escritos por personas que han recorrido su propio camino y que han descubierto que hay una manera mejor de hacer las cosas y de vivir.
Que nuestra mente nos pone trampas, que nuestro ego es el responsable de la lucha, las guerras y el horror.
Que no somos nuestra mente. Somos mucho más. Somos energía. Energía de la buena. Somos Amor.
Y cuando estamos preparados se produce un click. Y ya nunca nada es lo mismo.
Es la Matrix dentro de nuestra cabeza. Lo que es y lo que no es. La ilusión que nos hace sufrir y nos mantiene presos y engañados frente a la libertad de ser. De vivir, de decidir, de dirigir nuestra vida, de ser nuestros propios dueños.
Y mi vida ha mejorado de una forma que hace poco no sabía que fuera posible. Y sigue.
Aún sigo en el proceso. No está conseguido todavía. No es siempre fácil ni sale automático. Aún se asoma la mente, el ego, la negatividad y la ira, reivindicando su espacio… hay resbalones y retrocesos… es la vida, enseñándonos a evolucionar y a desenvolvernos.
Aceptar. Dejar de luchar. Vivir. Eso es la crema.